La obra es un relato onírico de autoficción donde una actriz/bombera utiliza el teatro como excusa para honrar en sus muertos.
El dolor físico es el puente que conecta biografía, memoria y ofrenda. Esta actriz/bombera es nieta de Wilson, uno de los 19 detenidos, torturados y asesinatos de la masacre de Laja – San Rosendo (1973, Chile). Ambos dolores se conectan en una ciudad salpicada constantemente por incendios y fisuras que cada vez se abren más, permitiendo un encuentro entre estos seres que no se llegaron a conocer, pero que comparten un dolor, en principio físico, un dolor que se traspasa y que viaja por todos los planes atravesando el emocional, no solo de las personas que rodean esta historia sino de un país que intenta sanar en medio de las circunstancias imposibles de la vida.
En esta historia, el teatro es también un protagonista, a través de él se honra y ofrenda a los sepultados, movilizando los dolores y transformándolos en expresiones artísticas.
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